Este, al igual que el texto anterior, sólo refleja de forma caricaturesca la forma en la, que quizás los presidentes de nuestras amadas patrias, desean ser conocidos. A continuación la versión de los de éste lado del rio, y recuerden que estamos a mitad de la historia y que éste cuento aún está por terminarse.
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El otro lado de la historia es quizás más interesante.
Erase una vez un pobre país muy lejano lleno de ignorancia, de delincuencia y de malos hombres que tomaban lo que querían a las malas. Lleno de gente pobre que no podía trabajar porque al salir a la calle sus productos, eran robados y sus trabajadores acecinados.
En aquel país la muerte era cosa de cada día y la costumbre de escuchar por la radio los reportes de muertos y secuestrados a la hora del desayuno eran tan comunes como las promesas de arreglar la pequeña nación que sus dirigentes gritaban a todo pulmón en las plazas principales. Pero aquellos gritos poco podían hacer contra el ruido ensordecedor de los disparos cada noche. Una noche podía ser un amigo, la otra noche un familiar, y poco a poco todos, en el pequeño país, se iban manchando de la sangre de sus seres queridos.
La confianza se había perdido. Los padres no confiaban en sus hijos, y éstos no confiaban en los que años antes habían sido sus amigos. Entre pueblos, a parte del temor de perderse para siempre entre las carreteras, preferían no hablarse porque las paredes oían y si no les gustaba lo que oían, era seguro de que había muerto. Los ciudadanos no podían confiar en sus dirigentes por más que éstos prometieran acabar con la delincuencia porque había rumores de que colaboraban a favor de los partisanos y los que no colaboraban eran extorsionados y era fácil detectarlos luego porque siempre aparecían muertos en alguna incursión militar a los pueblos.
Un estado de anarquía y miedo.
Y el país necesitaba á un líder de mano firme y corazón valiente que se enfrentara a los partisanos. Lo pedían a gritos y lo clamaban en sus oraciones al poderoso.
Y Dios escuchó.
En unas tierras agrestes dominadas por los mismos hombres malos, donde los dirigentes y alcaldes eran azotados a diario, salió un pobre campesino cuyos padres habían muertos por las manos de los bandidos. Con el corazón enardecido, se prometió a si mismo limpiar el país de la que consideraba era la basura del mundo. Así que valientemente salió de su parcelita y se dirigió a otras tierras donde la cultura y la educación eran la norma, y allí se instruyó sobre la forma correcta en la que debía un país ser gobernado. Y cuando se instruyó se devolvió a aplicar lo aprendido.
En un principio trató de acogerse a los que habían sido sus amigos, pero se dio cuenta que los grupos a los que llamaban partidos eran corrompido, y que las manos de los bandidos habían llegado a esas instancias, así que él decidió acogerse a un humilde grupo que tenían entre sus ideales la libertad de comercio y las exportaciones, y esto a él le pareció regio porque era lo que sus hermanos necesitaban y lo que él veían que el pueblo necesitaba.
Así que junto con algunos amigos que conocía que odiaban a los bandidos de la misma forma que los odiaba él, pudo llegar al poder y aunque en un principio habían muchos que lo odiaban y otros que desconfiaban, por la serie de malos lideres que habían tenido antes, era siempre la esperanza del pueblo lo último que se perdía. Así se empezó a cumplir su promesa.
En poco tiempo los partisanos se fueron debilitando, y aunque las represalias fueron fuertes, no pudieron hacer frente a la mano fuerte y el gran corazón de éste hombre.
Y aunque la lucha entre el líder y los terroristas, como se les conoció desde entonces, se intensificó, se vio por fin la primera luz de esperanza y de pronto, el ideal de ser una nación libre se vio plausible.
Así que la nación volcó en él toda su confianza y se le dio poder para acabar de una vez por todas a los hombres que un día pisotearon las matas de papa y yuca por sembrar en sus tierras una hoja que los hacía ricos pero que destrozaba los corazones y las almas de los jóvenes que la probaban.
Pero no todo fue tan bueno. Con el tiempo, a pesar de las derrotas, los bandidos consiguieron aliados poderosos cuyo objetivo no fueron las causas iniciales del movimiento sino hacerse de una parte del gran país.
Y no fueron otros los traicioneros de la patria sino los mismos vecinos que alguna vez se hicieron llamar hermanos.
Y uno de ellos, el más poderoso estaba loco, y era peligroso, y el problema no es que fuera loco y peligroso, sino que tuviera una mina de oro con la cuál pudiera hacer realidad todas sus fantasías. Y su ambición era desbordada y sus recursos lo igualmente, el loco decidió comprar armas y aviones y toda clase de herramientas destructivas y malignas, esas herramientas no sólo las usó para armarse a sí mismo, sino para armar a los terroristas que alguna vez tuvieron al pobre país sumido en la ruina y la decadencia.
Y ahora, cuando al fin el pequeño hombre que alguna vez fue un pobre campesino ahora con mano fuerte, tiene contra la pared a los terroristas, sale la sorpresa de que debe entregar el poder y dejar al país abandonado en el momento mas decisivo, porque las largas y sucias manos del loco alcanzaron lo mas alto del poder en el país.
Ahora él solo pide un poco más de tiempo, es sólo que nadie lo entiende.
Es una encrucijada del corazón lo que él tiene.
Juan Carlos Castañeda Mondragón
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